Imagina que sobre una mesa triangular sostenida por tres patas vas a intentar construir un enorme castillo. No te atreverías a pararte encima de esa mesa sabiendo que una de sus patas está rota, ¿o sí? Y mucho menos te atreverías a subir en ella a tu cónyuge y a tus hijos. Pues entonces revísalas hoy; la carencia o debilidad de un PILAR hará que tu vida amorosa se desmorone tarde o temprano provocando un doloroso desenlace…El amor trascendente tiene tres características fundamentales. Sólo tres:
Primer Pilar: Intimidad Emocional.
Ésta se da únicamente mediante comunicación profunda al compartir sin arreglos ni selecciones todos los sentimientos; al hablar con el corazón; al exteriorizar dudas, temores, ambicio¬nes, sueños, preocupaciones, alegrías, penas; al confesar los yerros del presente y del pasado; al descubrir ante la persona amada el lado oculto (y desconocido por otros) de nuestro ser La intimidad emocional es confianza absoluta, complicidad, integración, alianza. Cuando ésta existe, se interpreta rápida y correctamente el lenguaje corporal, se detecta el verdadero estado de ánimo del compañero (desapercibido para los demás) aunque no haya vocablos de por medio. Y cuando se usan las palabras se hace de una forma única y especial, en un nivel de fraternidad distinto al que se da en la comunicación con el resto de la gente. Las riñas se disuelven cuando aún son incipientes porque al discutir se procura no causar daño, no herir. La “verdad” es el común denominador entre dos personas con intimidad emocional. En su trato la autoestima de ambos se ve grandemente favorecida pues saben darse su lugar el uno al otro, saben demostrarse aprecio y confianza sin límites. La comunicación profunda les permite no volver a sentirse solos, le da sentido a su mundo interior, propicia la formación de un universo exclusivo y, finalmente, cuando se alejan, ambos piensan y hablan bien de su pareja.Este último punto es un barómetro interesante pues, aunque puedas fingirle cariño a alguien, en la soledad tú sabes muy bien qué es cierto y qué no lo es. De modo que si al alejarte físicamente de tu novio o novia priva en ti la sensación de lejanía emocional, si al no estar a su lado juzgas a tu pareja como tonta, inmadura o torpe; si estando a solas te ríes un poco de su recuerdo y, en ocasiones, hasta compartes esa burla con tus amistades o familiares, no existe en absoluto intimidad emocional.Millones de matrimonios pasan la vida sin verdadera intimidad; platicando únicamente sobre asuntos superficiales y vanos: los niños, el trabajo, los problemas de la casa, la economía… Por ocuparse de lo evidente olvidan lo fundamental. Su relación de pareja se desvanece, se pierde.Se dice que los hijos unen al matrimonio, pero esto, en muchos casos, es una gran mentira. Los hijos producen distracción y funcionan para los cónyuges como excelente excusa para evadirse mutuamente: ahora tienen problemas nuevos en qué entretenerse. Al nacer los niños, surge una aparente integración conyugal, pero es forzada, y cuando los hijos crecen y se van se dan cuenta de que lo que los mantuvo unidos durante todos esos años eran los circunstanciales vástagos. Entonces (¡qué ridículo e incoherente!), después de sacar adelante un hogar con sacrificios, después de toda una vida compartida, al hallarse a solas prefieren divorciarse física o mentalmente. Jamás hubo intimidad emocional. Su unión fue vacía, falsa, fingida. Un hermoso teatro que tenía como finalidad hacer creer a los demás que se amaban.
Segundo Pilar: Afinidad Intelectual
Las personas no están hechas sólo de emociones, están hechas también de IDEAS. Para nutrirse con los pensamientos de otro se requiere de una correspondencia intelectual capaz de permitir puntos de vista complementarios. Las personas pueden tener la capacidad de comunicarse íntimamente, pero si no poseen una forma similar de raciocinio respecto a los conceptos fundamentales como el trabajo, los valores, la religión, el sexo. la educación de los hijos, el tiempo libre, la organización familiar, etcétera, si no se enriquecen mentalmente durante su convivencia, terminan excluyéndose, el uno al otro, de gran parte de sus actividades. Pocas cosas alimentan más la llama del cariño que aportar ideas valiosas, desapercibidas para el otro.En la medida en que alguien se ame a sí mismo podrá amar a su pareja, y la autoaceptación es un concepto que se da en la mente. Sólo siendo maduro intelectualmente es posible aceptar la individualidad e independencia del compañero, evitar los celos, el egoísmo, la posesión. Sólo con el juicio sereno y claro se es capaz de perdonar, ceder, dar otra oportunidad, aceptar los errores y estar dispuesto a permitir imperfecciones.En el cerebro adulto nace el sentido de compañerismo y fidelidad. La moral verdadera no es producto de prejuicios sino de razonamiento inteligente. El grado de desarrollo espiritual se relaciona con la madurez. Todos estos puntos deben tener correspondencia entre las dos personas.La pareja con afinidad intelectual tiene muchas cosas que compartir; lleva un ritmo de lectura similar, de estudio parecido, de trabajo creativo coincidente, se supera en armonía, crece y se ayuda recíprocamente. Los novios que son capaces de estudiar y hacer sus trabajos de verdad (no como una excusa para terminar revolcándose) son mucho más fuertes en su relación que los demás.
Tercer Pilar: Atracción Química
Si tienes con tu pareja intimidad emocional, puedes decir que es TU AMIGA; si además se complementan en ideas, puedes considerarla TU COMPAÑERA. Pero falta un último punto indispensable para anudar el lazo del amor: también debe poder llegar a ser TU AMANTE. Esto se consigue con la atracción química. Y no me refiero al gusto corporal, pues es frecuente considerar hermosa a una persona sin sentir ningún interés por ella. La apariencia es algo superficial y vano. Lo que enciende el magnetismo entre dos individuos no es un fenómeno físico sino químico. Sólo se da entre algunos. Tal vez no se trate de gente bonita, pero la química les permite ver más allá de lo visible y arder con la belleza que sólo ellos detectan. Cuando hay este tipo de hechizo, a las personas no les importa lo que los demás piensen respecto al físico de su pareja. Se sienten a gusto juntos porque se atraen realmente. Se besan y se tocan con gran espontaneidad, con verdadera pasión. Hay esa magia que los impulsa a estar cerca, el agrado mutuo producido por la voz, las acciones, el andar, la legitimidad, la forma especial y única de ser del otro. Finalmente no pueden evitar esa gran identificación sexual que se da, simplemente, sin que ellos lo planeen. Si descubres una afinidad química NATURAL con tu pareja, lucha por conservarla. No basta con que aparezca al principio. Hay que evitar que se pierda con el paso del tiempo. Muchos casados se descuidan, comienzan a convivir mal vestidos y malolientes, permitiendo que se apague entre ellos la llama de la pasión.
El mundo es un lugar peligroso. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa
21 noviembre, 2010
17 noviembre, 2010
Las dos formas de amar según Sigmund Freud
Extracto del libro "Sigmund Freud", de Silvia Tubert.
"Freud hace referencia, esquemáticamente, a dos maneras de amar o elegir el objeto, que se basan en el hecho de que el individuo tiene dos objetos eróticos primitivos: él mismo y la madre que lo alimenta. En la forma narcisista, se elige a la persona según el modelo de uno mismo, ya sea lo que uno es, lo que fue, lo que quisiera ser o la persona que formó parte de uno mismo (como el hijo en relación con la madre).
En la modalidad de apoyo (o anaclítica), el modelo es la madre nutricia o el padre protector, es decir, la persona que satisface las funciones de autoconservación y proporciona el amor que confirma el narcisismo. La elección del objeto de apoyo es más frecuente -aunque no exclusivamente- en los hombres, en tanto que la nacisista predomina en las mujeres. La primera se caracteriza por la sobrevaloración del objeto erótico, y la segunda por un interés mayor en ser amadas que por amar. Sin embargo, tanto las mujeres como los hombres pueden amar conforme al tipo masculino o femenino"
"Freud hace referencia, esquemáticamente, a dos maneras de amar o elegir el objeto, que se basan en el hecho de que el individuo tiene dos objetos eróticos primitivos: él mismo y la madre que lo alimenta. En la forma narcisista, se elige a la persona según el modelo de uno mismo, ya sea lo que uno es, lo que fue, lo que quisiera ser o la persona que formó parte de uno mismo (como el hijo en relación con la madre).
En la modalidad de apoyo (o anaclítica), el modelo es la madre nutricia o el padre protector, es decir, la persona que satisface las funciones de autoconservación y proporciona el amor que confirma el narcisismo. La elección del objeto de apoyo es más frecuente -aunque no exclusivamente- en los hombres, en tanto que la nacisista predomina en las mujeres. La primera se caracteriza por la sobrevaloración del objeto erótico, y la segunda por un interés mayor en ser amadas que por amar. Sin embargo, tanto las mujeres como los hombres pueden amar conforme al tipo masculino o femenino"
24 septiembre, 2010
Los jóvenes y la educación para el trabajo: trayectorias de egresados de liceos técnico-profesionales
Tengo el agrado de presentarles el artículo "Los jóvenes y la educación para el trabajo: trayectorias de egresados de liceos técnico-profesionales", escrito por mí y mi compañero de práctica profesional, y recientemente publicado en la revista Diversia.
Pueden descargarlo del vínculo http://www.cidpa.cl/diversia/Numero2/art04.pdf
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Pueden descargarlo del vínculo http://www.cidpa.cl/diversia/Numero2/art04.pdf
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14 julio, 2010
Porqué los semáforos de Lavín no son una medida eficaz para mejorar la calidad de la educación en Chile
Transcribo íntegramente un artículo muy completo, escrito por Cristián Bellei, donde argumenta desde lo educacional, político y técnico en contra de la medida del actual ministro de educación.
Negritas y cursivas añadidas por mí, para facilitar la lectura.
"
¿Es el mapa de semáforos del SIMCE una buena idea de política educacional?
Cristián Bellei
Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile
Notas presentación Cámara de Diputados -08/Junio/2010
Los “mapas de semáforos” son una idea equivocada de política educativa, que no se sustenta en evidencia científica y –más aun- que se contradice con ella. Se pueden agrupar los argumentos que fundamentan esta conclusión en tres dimensiones: razones educacionales, políticas y metodológicas.
1. El problema educacional: el SIMCE es un indicador limitado de los logros educacionales y en ningún caso un indicador de la calidad de las escuelas.
* Sólo una menor parte de la experiencia educativa (oportunidades y logros de aprendizaje) puede ser medida con tests estandarizados: propósitos centrales de la educación se quedan fuera de los tests
* Los tests como el SIMCE miden una menor parte del curriculum: objetivos de aprendizaje relevantes se quedan sin ser medidos
* El SIMCE Lenguaje y Matemáticas no mide importantes objetivos y habilidades (especialmente habilidades intelectuales de orden superior) de lenguaje y matemáticas (Ej.PISA Lectura versus SIMCE Lenguaje: los resultados de ambos tests para Chile han sido inconsistentes, ¿debemos preferir lo que mide el SIMCE a lo que mide PISA para todos los países de la OECD?)
* El promedio SIMCE es un “indicador”: los indicadores NO SON los objetivos (“cuando el dedo señala hacia la luna, es una torpeza quedarse mirando el dedo”).
Conclusión: “enseñar para el test” (no importa cuán bueno sea el test) empobrece enormemente la experiencia formativa de los alumnos, amenaza objetivos cruciales de la educación y –de paso- resta validez a los propios tests!
2. El problema político: es altamente probable que los “mapas de semáforos” no mejoren la calidad de la educación, en cambio pueden reducir la calidad y aumentar la inequidad.
* El “mapa de semáforos” busca refinar el funcionamiento del mercado escolar, sin embargo, esta teoría (que puede considerarse más bien una “ideología”) no tiene evidencia científica que la sustente ni en Chile ni en el mundo (en efecto, Chile es uno de los mejores ejemplos usados en la literatura científica internacional para demostrar que las políticas de mercado en educación no funcionan; ¡lo mismo han señalado dos de los organismos internacionales más proclives a las políticas de mercado: la OECD y el Banco Mundial!)
* Las razones de por qué la competencia de mercado no mejora la educación son muchas y se refieren a cuestiones sociales, educacionales, institucionales, económicas, etc. Persistir en este camino es –a estas alturas- un empecinamiento ideológico
* En términos generales: no existe mejoramiento de la calidad de la educación si no hay mejoramiento de las oportunidades de aprendizaje que las escuelas y docentes proveen a los alumnos. La pregunta básica a este respecto es: ¿cómo se piensa que los mapas de semáforos mejorarán la calidad de las oportunidades de aprendizaje que las escuelas ofrecen a sus alumnos?
* La respuesta es: cambiándose de escuela desde una “mala” a otra “buena”. Pero esto tiene muchos supuestos errados. El primero (ver punto siguiente) es que los puntajes del SIMCE NO PERMITEN saber qué escuela es mejor que otra (aun pensando que el SIMCE midiera todo lo que queremos lograr con la educación de los niños!)
* El segundo es que las escuelas que sacan mejores puntajes podrán mantener esos buenos puntajes con otros alumnos (o incluso: con más alumnos): pero la evidencia es contundente en señalar que esto no es necesariamente así
* Lo tercero es creer que las familias pueden ir “comprando” SIMCE, beneficiándose de los mejores puntajes de cada año (como hacen los que se dedican al negocio de las acciones: comprar sólo en alzas y vender justo cuando empieza la baja…). En educación esto no sólo es imposible, sino que ese tipo de conducta puede dañar a las escuelas y los alumnos: cada cambio de escuela y cada cambio de alumnos provoca un cierto “retroceso”, si esa conducta se vuelve masiva, el perjuicio puede resultar devastador.
* Lo cuarto es la falsa ilusión de que todas las escuelas son opciones reales para todos los alumnos-familias, cosa que es falsa: en Chile existe el pago obligatorio en la mayoría de las escuelas-liceos y la selección-expulsión de estudiantes está autorizada y operan masivamente
Conclusión: ¿Qué se puede esperar que provoquen los “mapas de semáforos”?: NO se puede esperar que mejore la calidad de la educación por esta medida; SI se puede esperar en cambio i) que suba el precio de las escuelas pintadas “verdes”; ii) que aumente la segregación social de las escuelas; iii) que aumente la segregación académica de las escuelas; iv) que las escuelas pintadas “rojas” entren en procesos de debilitamiento (y en algunos casos, de franco deterioro); v) que aumente la frustración y la desafección con la educación de familias, alumnos y docentes de los sectores más pobres o que enfrentan mayores dificultades.
3. El problema técnico: ¡los mapas de semáforos están mal hechos!
Suponiendo que los mapas de semáforos SIMCE fueran una buena idea (yo creo que no lo son), los mapas elaborados por el Gobierno son técnicamente muy defectuosos, aun analizados desde su propia lógica.
La idea básica ya fue dicha: el promedio de una aplicación del SIMCE es un indicador INVALIDO de la calidad de las escuelas. Las razones son muchas:
* El promedio es un indicador limitado para describir una escuela: el promedio (especialmente en tamaños pequeños como la gran mayoría de las escuelas chilenas) se ve muy afectado por pequeños cambios en la composición de la muestra, muy afectado por valores extremos, etc. Además, el promedio no dice nada sobre la “equidad” de una escuela: ¿cuál es la proporción de alumnos que efectivamente obtiene resultados cercanos al promedio?
* Una sola aplicación SIMCE es muy poca información para sacar conclusiones sobre una escuela: está demostrado que las mediciones de los tests tienen variaciones “anecdóticas” de un año para otro, que no reflejan ni mejoramiento ni deterioro, sino simplemente error de medición (esto se vuelve gravísimo al haber incluido escuelas pequeñas en los mapas, siendo que el propio SIMCE ha argumentado que estas escuelas no permiten “sacar conclusiones”; esto quedó refrendado en la ley SEP)
* Comparar a las escuelas con el promedio nacional es una decisión errada: el sistema estará condenado a observar todos los años la misma distribución de luces de semáforo (sólo cambiarán las escuelas que se pintan de uno u otro color), porque la prueba está hecha para “discriminar” entre alumnos-escuelas y ¡siempre habrá escuelas bajo el promedio! Una comparación mejor sería sobre la base de un estándar “absoluto” de calidad
* Está demostrado que la mayor parte del resultado promedio de las escuelas en el SIMCE se explica por las características (socioeconómicas, académicas, etc.) de los alumnos, no por la calidad de las escuelas (ver ejemplo de simulación con puntajes SIMCE)
* El promedio del SIMCE de una escuela no dice nada sobre si la escuela está mejorando o no su calidad: el SIMCE no tiene medidas de “valor agregado”, es decir, cuánto las escuelas hacen avanzar a sus alumnos
* Dado el sistema de regulación chileno, las escuelas han encontrado una forma alternativa de “subir los puntos SIMCE” sin mejorar la calidad de la enseñanza: refinar los procesos de selección de alumnos; los mapas distribuidos son completamente “engañados” por estas prácticas
Conclusión: los mapas desinforman a las familias y al público, y pueden tener consecuencias nefastas si efectivamente orientan las acciones de familias y docentes porque ellos tomarán decisiones con información inválida (lo mismo se aplica para las propuestas anunciadas de “pagar por mejoramiento SIMCE”, incentivando a docentes, sostenedores y alumnos)
Negritas y cursivas añadidas por mí, para facilitar la lectura.
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¿Es el mapa de semáforos del SIMCE una buena idea de política educacional?
Cristián Bellei
Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile
Notas presentación Cámara de Diputados -08/Junio/2010
Los “mapas de semáforos” son una idea equivocada de política educativa, que no se sustenta en evidencia científica y –más aun- que se contradice con ella. Se pueden agrupar los argumentos que fundamentan esta conclusión en tres dimensiones: razones educacionales, políticas y metodológicas.
1. El problema educacional: el SIMCE es un indicador limitado de los logros educacionales y en ningún caso un indicador de la calidad de las escuelas.
* Sólo una menor parte de la experiencia educativa (oportunidades y logros de aprendizaje) puede ser medida con tests estandarizados: propósitos centrales de la educación se quedan fuera de los tests
* Los tests como el SIMCE miden una menor parte del curriculum: objetivos de aprendizaje relevantes se quedan sin ser medidos
* El SIMCE Lenguaje y Matemáticas no mide importantes objetivos y habilidades (especialmente habilidades intelectuales de orden superior) de lenguaje y matemáticas (Ej.PISA Lectura versus SIMCE Lenguaje: los resultados de ambos tests para Chile han sido inconsistentes, ¿debemos preferir lo que mide el SIMCE a lo que mide PISA para todos los países de la OECD?)
* El promedio SIMCE es un “indicador”: los indicadores NO SON los objetivos (“cuando el dedo señala hacia la luna, es una torpeza quedarse mirando el dedo”).
Conclusión: “enseñar para el test” (no importa cuán bueno sea el test) empobrece enormemente la experiencia formativa de los alumnos, amenaza objetivos cruciales de la educación y –de paso- resta validez a los propios tests!
2. El problema político: es altamente probable que los “mapas de semáforos” no mejoren la calidad de la educación, en cambio pueden reducir la calidad y aumentar la inequidad.
* El “mapa de semáforos” busca refinar el funcionamiento del mercado escolar, sin embargo, esta teoría (que puede considerarse más bien una “ideología”) no tiene evidencia científica que la sustente ni en Chile ni en el mundo (en efecto, Chile es uno de los mejores ejemplos usados en la literatura científica internacional para demostrar que las políticas de mercado en educación no funcionan; ¡lo mismo han señalado dos de los organismos internacionales más proclives a las políticas de mercado: la OECD y el Banco Mundial!)
* Las razones de por qué la competencia de mercado no mejora la educación son muchas y se refieren a cuestiones sociales, educacionales, institucionales, económicas, etc. Persistir en este camino es –a estas alturas- un empecinamiento ideológico
* En términos generales: no existe mejoramiento de la calidad de la educación si no hay mejoramiento de las oportunidades de aprendizaje que las escuelas y docentes proveen a los alumnos. La pregunta básica a este respecto es: ¿cómo se piensa que los mapas de semáforos mejorarán la calidad de las oportunidades de aprendizaje que las escuelas ofrecen a sus alumnos?
* La respuesta es: cambiándose de escuela desde una “mala” a otra “buena”. Pero esto tiene muchos supuestos errados. El primero (ver punto siguiente) es que los puntajes del SIMCE NO PERMITEN saber qué escuela es mejor que otra (aun pensando que el SIMCE midiera todo lo que queremos lograr con la educación de los niños!)
* El segundo es que las escuelas que sacan mejores puntajes podrán mantener esos buenos puntajes con otros alumnos (o incluso: con más alumnos): pero la evidencia es contundente en señalar que esto no es necesariamente así
* Lo tercero es creer que las familias pueden ir “comprando” SIMCE, beneficiándose de los mejores puntajes de cada año (como hacen los que se dedican al negocio de las acciones: comprar sólo en alzas y vender justo cuando empieza la baja…). En educación esto no sólo es imposible, sino que ese tipo de conducta puede dañar a las escuelas y los alumnos: cada cambio de escuela y cada cambio de alumnos provoca un cierto “retroceso”, si esa conducta se vuelve masiva, el perjuicio puede resultar devastador.
* Lo cuarto es la falsa ilusión de que todas las escuelas son opciones reales para todos los alumnos-familias, cosa que es falsa: en Chile existe el pago obligatorio en la mayoría de las escuelas-liceos y la selección-expulsión de estudiantes está autorizada y operan masivamente
Conclusión: ¿Qué se puede esperar que provoquen los “mapas de semáforos”?: NO se puede esperar que mejore la calidad de la educación por esta medida; SI se puede esperar en cambio i) que suba el precio de las escuelas pintadas “verdes”; ii) que aumente la segregación social de las escuelas; iii) que aumente la segregación académica de las escuelas; iv) que las escuelas pintadas “rojas” entren en procesos de debilitamiento (y en algunos casos, de franco deterioro); v) que aumente la frustración y la desafección con la educación de familias, alumnos y docentes de los sectores más pobres o que enfrentan mayores dificultades.
3. El problema técnico: ¡los mapas de semáforos están mal hechos!
Suponiendo que los mapas de semáforos SIMCE fueran una buena idea (yo creo que no lo son), los mapas elaborados por el Gobierno son técnicamente muy defectuosos, aun analizados desde su propia lógica.
La idea básica ya fue dicha: el promedio de una aplicación del SIMCE es un indicador INVALIDO de la calidad de las escuelas. Las razones son muchas:
* El promedio es un indicador limitado para describir una escuela: el promedio (especialmente en tamaños pequeños como la gran mayoría de las escuelas chilenas) se ve muy afectado por pequeños cambios en la composición de la muestra, muy afectado por valores extremos, etc. Además, el promedio no dice nada sobre la “equidad” de una escuela: ¿cuál es la proporción de alumnos que efectivamente obtiene resultados cercanos al promedio?
* Una sola aplicación SIMCE es muy poca información para sacar conclusiones sobre una escuela: está demostrado que las mediciones de los tests tienen variaciones “anecdóticas” de un año para otro, que no reflejan ni mejoramiento ni deterioro, sino simplemente error de medición (esto se vuelve gravísimo al haber incluido escuelas pequeñas en los mapas, siendo que el propio SIMCE ha argumentado que estas escuelas no permiten “sacar conclusiones”; esto quedó refrendado en la ley SEP)
* Comparar a las escuelas con el promedio nacional es una decisión errada: el sistema estará condenado a observar todos los años la misma distribución de luces de semáforo (sólo cambiarán las escuelas que se pintan de uno u otro color), porque la prueba está hecha para “discriminar” entre alumnos-escuelas y ¡siempre habrá escuelas bajo el promedio! Una comparación mejor sería sobre la base de un estándar “absoluto” de calidad
* Está demostrado que la mayor parte del resultado promedio de las escuelas en el SIMCE se explica por las características (socioeconómicas, académicas, etc.) de los alumnos, no por la calidad de las escuelas (ver ejemplo de simulación con puntajes SIMCE)
* El promedio del SIMCE de una escuela no dice nada sobre si la escuela está mejorando o no su calidad: el SIMCE no tiene medidas de “valor agregado”, es decir, cuánto las escuelas hacen avanzar a sus alumnos
* Dado el sistema de regulación chileno, las escuelas han encontrado una forma alternativa de “subir los puntos SIMCE” sin mejorar la calidad de la enseñanza: refinar los procesos de selección de alumnos; los mapas distribuidos son completamente “engañados” por estas prácticas
Conclusión: los mapas desinforman a las familias y al público, y pueden tener consecuencias nefastas si efectivamente orientan las acciones de familias y docentes porque ellos tomarán decisiones con información inválida (lo mismo se aplica para las propuestas anunciadas de “pagar por mejoramiento SIMCE”, incentivando a docentes, sostenedores y alumnos)
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