31 agosto, 2009

Nanas (empleadas domésticas): "CASI como de la familia" - Óscar Contardo

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"En una de las historietas de Mafalda su amiga Susanita se lamentaba de los reclamos sociales del momento. Le parecían una alteración injusta de su paz. En su enojo postuló una solución: ¿Por qué no decirles a los pobres que si no les gusta la vida que tienen lo mejor es que se vayan y se dejen de joder? Pero antes de irse que dejen el aseo hecho.

En su pragmática, Susanita dominaba una de las grandes verdades de la sociedad occidental: ni el aseo ni las cosas se hacen por sí solas, aunque lo ideal es que así lo parezca. Por "las cosas" hay que entender ese amplio campo de actividades relacionadas con hacer desaparecer los despojos de todo tipo, limpiando, estirando, fregando, sacudiendo. En síntesis, actividades y trabajos a los que muy pocos se presentarían como voluntarios. Tener que "hacer las cosas" entra en el nebuloso terreno de la fatalidad, muy cercano a la injusticia.

Para que la comida esté hecha, que los baños estén limpios, que la cama esté estirada, los platos lavados, las almohadas mullidas y el pasto verde se necesita a alguien. En sociedades más desarrolladas eso cuesta caro: hay menos gente disponible y para quienes lo hacen es una opción laboral, no una labor propia de su casta.

En nuestro continente el problema del personal para hacer las cosas está resuelto de manera automática, masiva y barata. Los pobres en Latinoamérica, por lo general, no optan por el servicio doméstico como una ocupación, el sistema les ahorra contratiempos, energías y acota las opciones. Hay gente, la mayor parte del tiempo mujeres, que desde la cuna estan destinadas a eso.

Lo mismo que un ruido de fondo, la dinámica del servicio doméstico es existir sin que se note. Sobre todo en sociedades altamente estratificadas: hay una vida escaleras arriba y otra escaleras abajo. Que lleguen, hagan su trabajo y se vayan. Tal como los sabios deseos de Susanita, la cabezona rubia amiga de Mafalda. La tragedia cunde cuando ni siquiera pueden irse, porque parte de su trabajo consiste en quedarse y equilibrarse precariamente entre no tener una vida, pero tener un trabajo.

Uno de los efectos más curiosos que ha tenido la película La Nana, de Sebastián Silva, ha sido el de provocar en parte de la crítica la inquietud por algo que podría llamarse ansiedad por la denuncia frustrada. En la cinta no hay revueltas reivindicatorias, ni venganza, ni siquiera espacio para el resentimiento que vendría a ser el motor de todas las pesadillas de la sociedad chilena (o al menos de aquella parte de la sociedad que tiene nana). Pero lo que sí hay en la película de Silva es culpa. Una culpa tan surtida como la cantidad de crucifijos colgados en la casa de la familia fílmica y que, del mismo modo que la silvestre nana Raquel, están en toda partes, pero no se notan. O no debieran notarse. La culpa no tiene un cuerpo definido. No estalla como la rabia. Tampoco golpea. Se cuela y lo tiñe de una manera efectiva y duradera. Aparece disfrazada de compasión paternalista o de buena onda, quizás la más sofisticada manera de diluir los conflictos sociales y de conciencia en ambientes libres del peligro de revuelta ideológica. La buena onda con el pobre supone que como el salvaje de Rousseau o los personajes de las teleseries de Moya Grau éste siempre será bueno de corazón, simpático, gracioso, digno de protección, de conmiseración, pero perfectamente sustituible porque nunca es parte de la trama principal, siempre es secundario. Algo similar a una mascota, aunque hay que pagarle un sueldo y tiene derecho a voto. Hay pocas cosas más desagradables y perversas que el cariño como impostura y la calidez humanitaria como sustituto de la justicia.

Hasta hace pocas décadas la fuerza laboral femenina en Chile tenía un perfil parecido al de La Nana.

Un estudio de 1972 del Instituto de Sociología de la UC señalaba que un 60 por ciento de las mujeres que trabajaban en Chile lo hacía en el sector de servicios. La mayoría de ellas (58 por ciento) en el servicio doméstico. El estudio retrataba lo que su gran parte del siglo XX para las mujeres pobres del campo y la ciudad "salir a trabajar" era sinónimo de ser empleada doméstica. La nana era la versión urbanizada y burguesa de la "mama" de la hacienda, con menos potreros y (en el mejor de los casos) más electrodomésticos. El lenguaje dice mucho. Las nanas se "encargaban" a otras nanas en un mercado de sangre doméstico, femenino, de patronas dateándose, mandando a buscar al sur la sobrina, prima o hermana de una empleada en ejercicio. Había familias de nanas y familias de patronas ubicando a las nuevas generaciones de niñas hacendosas en una especie de resaca colonial que sobrevivía mejor que el adobe a los terremotos. En la medida en que el discurso modernizador se expande, aquello que no debiera notarse el ruido blanco de un servicio doméstico demasiado parecido a las encomiendas indígenas comienza a rechinar, desafina y molesta. Ni la institución de la nana, ni la campanilla para llamarla, ni el régimen puertas adentro deben ser muy presentables para la OCDE. Incluso si no hay flagelo físico y se las trata como si fueran de la familia, hay algo en ello más cerca del apartheid que del welfare.

Cuando la institución entra en conflicto con las aspiraciones de modernidad surge la molestia insoslayable y sorda similar a una mancha en la camisa o un tonto en la familia: cosas que no nos gustan, a la que nos resignamos y sobre las que actuamos como si no existiesen. En ese ejercicio hacer como que no existen hay que echar mano de las herramientas disponibles. La última y más popular es la de sobreactuar la empatía. Legiones de compatriotas están descubriendo que la realidad es dura, que los pobres lo pasan pésimo, que hay algunos que no son resentidos y que no hay cosa mejor para el alma y para la culpa que tratarlos como hermanos (menores) consentidos. De esos hermanos a los que uno les cierra la puerta de la pieza, pero les da consejos y los escucha opinar como quien oye un loro decir pan de huevo. Surge el regaloneo hostigoso por la nana, el cuidador de autos compinche, el mozo predilecto y el wikén grupal en la toma/campamento. Te mueres lo sabio que son los pobres, lo habilosa que es la empleada, lo chori que es ayudar, lo bacán que es el centro, lo amorosos que son todos en la población. Te mueres lo que he aprendido yendo a la Piojera, subiéndome a la micro, chapoteando en el barro, maestreando con el Jonatan, mudando la guagua de la Britney (tan dije ella).

Una reingeniería del turismo de clase hecho causa social y panorama urbano para refrescar el espíritu, ganarse el cielo o una beca por activismo comunitario está fuertemente vinculado a la conmiseración por la nana, por buscar justicia en una película y no en otro lado. Porque una cosa es la culpa y otra no tener quien haga las cosas.

Cuando la institución entra en conflicto con las aspiraciones de la modernidad surge la molestia insoslayable y sorda."

4 comentarios:

  1. Sara Montes Chile1:29 p.m.

    Hola, saben? estoy aburrida de la làstima que se intenta crear en torno a las nanas, por qué deben tener un trato laboral distinto a cualquiera de nosotros? yo soy kinesiologa, hace 5 años trabajo HONORARIOS no me han subido ni un peso el sueldo, no tengo derecho a salud, ni locomocion, ni colacion, menos aun bonos o licencias. Pero a ellas hay que tenerles de todo!!! sino pobre de uno que es tan malvado. Nos hemos sacado la cresta toda la vida justamente para poder tener el lujo de tener alguien que haga LAS SIMPLES COSAS QUE NORMALMENTE SE HACEN EN UNA CASA, no requiere gran estudio ni complejidad, es solo por comodidad que la tengo, para tener el mundo en paz en la casa, pero resulta que "doña nana" regaña por todo, pk tiene k cocinar, pk tiene k lavar, pk tiene k limpiar, pk tiene k ordenar, pk tiene k planchar, etc, entonces ella kiere que se le pague por sentarse a comer y mirar novelas!!! mi familia la ha tratado como persona, no com9o empleada y creo que ha sido el peor error pk se ha tomado del dedo al codo y se siente con el derecho de meterse en conversaciones privadas doden nadie la invitó y a dar informacion privada del hogar a gente extraña incluso a familiares dejando las mas grandes desastres. Que mejor descripcion esa ue dice que las nanas son UN MAL NECESARIO, solo por comodidad, pk yo podria hacer todo lo k ell hace en menos tiempo y mejor, pero insisto es por comodidad y por lo demas tampoco es un favor, se le esta pagando. Se le permiten mil cosas que a uno normalemten en su trabajo no se le dan, como mirar todo el dia sus eternas novelas yo con suerte puedo escuchar radio, aqui se le regala de todo, comida, ropa, dinero, etc pero ellas o valoran esas cosas, solo kieren sentarse a haceer nada, dedicarse al jardin, pk no fueron jardineras entonces? que culpa tengo yo que no hayan tenido la misma oportunidad que uno tuvo? asi como yo no puedo culpar a nadie por no haber nacido donde tuvieran mas recursos? es patetico, me enferma!!! hoy en la mañana desperte y adivinene ella nos estaba pelando con los amestros que estana rreglando la casa y que decia "uy si son tan desordenados" insisto, que quiere! llegar y k este todo listo! patua! si fueramos ordenados no las necsitariamos y se kedarian sin trabajok asi k si alguna nana lee eso, cosa k dudo pk solo leen chismes , que cuiden sus trabajos, pk tu pega no es nada dificil de hacer, hoy en dia hay muchas facilidades para con suerte hacer el aseo elr esto se hace solo!!! mis descargos estan ahi! asi k cuidense de las nanas, extraños seres y no se pk la sociedad kiere protegerlas siempre, miren a los profesionales, cuantos no andan ahi cesantes y otros como yo trabjando sin contrato fijo, sin beneficios, perdiendo los años trabajados......que tengan exito en la vida

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  2. Anónimo11:49 p.m.

    La simpricidad de una nana es muy util pero a veces indipensable solo aquellas personas que no tienen tiempo etc es indispensable una nana pero por otro lado no por ser asi es necesario llegar a tratar a la nana como uno mas de la familia es verdad que pasa en la mayoria de las veces pero hay que ser realista en la actualidad solo confia en ti y en la gente querida.
    Y hasta duda.... de esa situaciones de ser asi porque confiar en alguien que realiza los deberes en la casa???.....

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  3. Estimada:
    Comprendo su disgusto con su nana, pero justamente de eso habla este artículo. No se trata de darle más privilegios a las nanas que a los demás. Se trata de la misma dignidad que todos merecemos (usted, y yo también, que soy psicóloga de la mejor universidad del país y aún así ganó un sueldo miserable y a honorarios), pero conservando los límites.
    Quizá no le ha puesto límites a su nana, y puede que se trate justamente de lo que habla el artículo, conmiseración, sobreactuar la empatía, mimar como al hermano chico, "la buena onda con el pobre", etc.
    Quizá no. Uno ve hasta dónde raya la cancha. Es usted la dueña de la casa.
    Saludos

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  4. victoria1:45 p.m.

    solo decirle a la señora Sara Montes, que si encuentra tan facil el trabajo de nana ó empleada doméstica , por que mejor no trabaja en eso y se ahorra todo lo que dijo con respecto a su trabajo.
    yo trabajo hace 15 años como empleada domestica en la misma parte,y tengo que hacer todo, es una casa con harto patio que barrer y harto jardin que regar, hacer aseo,lavar y planchar ,cocinar,encerar ladrillos que es un trabajo muy pesado,limpiar plata la cual es mucha,a parte de eso tengo practicamente todos los dias gente a almorzar.
    aparte vienen maestros y yo tengo que limpiar la mugre que dejan y gratis, el limpiavidrios deja desordenado y yo tengo que ordenar, los jardineros dejan asquerosamente sucios patios y veredas y yo si tengo que barrer bien, por que si a ellos se les paga para hacer bien su trabajo.trabajamos más horas al dia , y mas dias al año que ningún otro trabajador y sin que nos pagen sueldo extra por eso.
    si para la señora Sara Montes eso es poco trabajo, no sé que será más.

    ojalá pudieran leer esto mucha gente y tambien los politicos a ver que les parece.

    ojalá a las empleadas domesticas se nos pagara un sueldo reguleque como a muchos de los politicos o empleados de los gobiernos.

    byebye.

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