23 noviembre, 2007

Ser padre, ser madre...

Parto mi reflexión contando aquello que la evoca.

Llevo un año completo asistiendo a las supervisiones de dos grupos de psicólogos que trabajan con niños. Siendo, dentro del universo de casos, una muestra muy pequeña la que he podido observar, no ha sido una experiencia esperanzadora, por lo descarnante de ver la actitud de los padres ante sus hijos. Realmente uno llega a cuestionarse en qué estaban pensando cuando decidieron tenerlos...

Con esto delimito que sólo me referiré a los padres de hijos planificados.

Tengo la sensación de que, en general, no se piensa ninguna razón bien argumentada para decidir tener un hijo. Es lo "obvio", "lo natural", si uno ama al otro, desea tener un retoño con él, "ya nos estamos poniendo viejos y si no es ahora no es nunca", "me gustan las guaguas", etc. Aunque no pueda mencionar todos los motivos que he escuchado, destaco de ellos que comparten una cualidad: lo último en lo que se piensa (si es que se piensa), es en la nueva persona. Cuando mucho algo sobre cómo educarlo, cómo darle salud, alimentarlo y vestirlo.

Se toman al hijo como una extensión de ellos, como un objeto que poseer, que por su indefensión pueden hacer lo que les plazca con él, una expectativa narcisista de lo que pueden crear, una desilusión cuando la "creación" les falla.

Nunca tomaron en cuenta una cosa: el niño nuevo era otra persona. Alguien con su propio cuerpo, sus propias emociones, sus propias experiencias. Una nueva personalidad, un nuevo pensamiento, una nueva visión de mundo....

Les buscan un colegio donde les eduquen en las propias creencias de los papás, les conversan, los tratan de convencer de cosas de modo dogmático, abusando de su autoridad, a las niñitas les perforan las orejas para ponerle aros... Todo un actuar egoísta, donde se intenta traspasar al hijo lo que uno es o quiere ser, y donde cualquier desviación es vivida como traición. Dando fe de que en verdad pensaron que eso era lo mejor para sí mismos, lo que les hubiese gustado tener, no creo que hayan pensado en que eso era lo mejor para ese hijo en particular, en su individualidad que ni siquiera lograron descubrir, que aplastaron con su deseo, y que resurge en la pataleta, en el llanto, en la rebeldía del adolescente, en su "locura"...

Siguiendo con la creencia de la buena fe con que han intentado "criar" a sus hijos, me pregunto si alguna vez se preguntaron seriamente si esas cosas eran realmente buenas para ellos mismos. Y sobre si, ya no como individualidades tratando de moldear la nueva plasticina, sino como un esfuerzo conjunto, de pareja, se plantearon qué de bueno había para un hijo en el traerlo a la vida y comprometerse para toda la vida, sin vuelta atrás, con la responsabilidad que eso significa.

Y es que "el amor" entre los padres no siempre es suficiente para mantener una relación entre ellos, y menos para asumir la responsabilidad de una nueva vida...

1 comentario:

  1. Anónimo3:42 p.m.

    de pronto, parece que sugieres que mejor nadie traiga hijos al mundo...

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